Empezó la campaña

Publicado: 21 noviembre 2009 en Diario de IQT
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Editorial de esta semana del semanario Kanatari de Iquitos, ante el inicio de una campaña electoral que promete ser bastante agresiva y violenta:

Cuando a alguien cuajado, despierto y honesto, le sugerimos salir a campaña electoral en este país tan vital e ilusionado, el rechazo es seguro. Las manos sobre la cara y casi vueltos de espalda nos dejan entender que salir a la palestra significaría un riesgo demasiado grande. Las razones de este rechazo son muchas. Y cada vez más: la inversión en la campaña, la astucia para vadear los baches importantes, la capacidad de “recuperación” de la inversión, tragarse sapos de inmundicia en la conciencia, etc. Pero hay una que las supera a todas: la infamia sucia, la calumnia despiadada, la vergüenza pública a que te someten los contrarios como si fueras un Ecce Homo. La gente no quiere verse envuelta en charcos de sangre que inmolan su prestigio ante la sociedad, en gritos desalmados de la prensa, en imágenes violentas que desdicen de tu noble imagen de hombre de bien.

Traemos el tema a esta columna editorial a raíz de lemas soeces  que,  como sombras siniestras, han agredido salvajemente los muros del centro de la ciudad. Aun con riesgo de desdoro, nos negamos a ocultarlos, aunque parezcan procaces y nos susciten vergüenza. Así reza: “Vuelve el ladrón, mentiroso y violador”. Sin ningún nombre a quien vaya dirigido, sin más base que lo que darían por supuesto los electores. Sin  pretensión de adelantar nombres o partidos. Pero, ahí está, como una pesada sombra de la noche, como un  ácido corrosivo derramado en la carne. Y, aún estando más que seguros de a quién van dirigidos semejantes insultos, nos creemos en el derecho y el deber desde esta tribuna de KANATARI hacer algunas reflexiones antes que arrecie la batalla.

Sabemos de sobra que un gran porcentaje de quienes se arriesgan a la batalla política lo hacen en función a su utilidad, al lucro, a la trampilla en el manejo de los fondos públicos para sus fines, a la coima en los contratos, al cohecho, a las artimañas criollas. A lo cual, dicho sea en plata, llamamos latrocinio. Por más que se quiera jurídicamente lavar la cara con constelaciones de luminosidades y estrellas de virtudes primorosas. Y aquí hay una cosa cierta: ¿quién puede arrojar la primera piedra? ¿Quién se atreve a echar barro sobre los demás posibles candidatos cuando tiene su propio rostro sucio? ¿ O, como dice el Evangelio, quién quiere sacar la paja del ojo ajeno y no la viga que hay en el propio? Si damos por supuesto que, unos más y otros menos, todos estamos manchados en la misma pocilga, ¿por qué acusamos por adelantado a quienes no se han hecho visibles ni han dado su cara para decirnos para qué cargo público quieren ser elegidos?

Pero si este juicio adelantado no tiene razón de ser, menos podemos ser víctimas de lo que está en el fondo de esta patología: el odio, consecuencia de un afán desmedido de poder que hace que nos ceguemos y consideremos, como Nicolás Maquiavelo, que se puede llegar a un fin bueno a través de medios malos. En ese tiempo de dominio podríamos cubrirnos de una excitación erótica de la cual jamás iríamos a descender.

La pregunta siempre será la misma: ¿qué podríamos nosotros hacer para que tales exacerbaciones e ignominias dejen de existir? Llevamos años y años tratando por todos los medios de atacar a la corrupción en las distintas dimensiones de la vida regional y nacional. Sin embargo, a medida que avanzamos sentimos que nuestros proyectos se desmoronan, que nuestras ilusiones se esfuman en el aire, que nuestros empeños y estrategias se van convirtiendo en mera retórica y que las  posibilidades de que el bien y la verdad triunfen son cada vez más remotas.

¿Qué hacer? ¿Por dónde atacar la cultura del mal y convertirla en cultura de la verdad, a la que están inseparablemente unidos el sentido de la justicia, del desarrollo, de la calidad de vida, de los valores que se traducen en términos de unas relaciones humanas equitativas y solidarias?

Estos vergonzosos grafitis, por los que desbordan venenos tan letales, nos muestran que nada hemos avanzado en la vida social. Estaremos siempre, como el cangrejo, regresando a niveles de conciencia mucho más bajos de lo que pudiéramos imaginar.

comentarios
  1. Jorge Gaff dice:

    Una respuesta para el cambio…Fibra de buena moral..Cuota de nobles principios…pero siga Ud en su intento de cambio que a decir verdad, quien mas lo haria? Ya Ud sabe lo que dice el refran..»la gota constante….».Si esperamos y creemos que la desacreditada iglesia lo haga, mejor esperar sentados.Solo el individuo, la persona, con una directa relacion con Dios podra cambiar su moral y educar a sus hijos en el buen ejemplo y la verdad. Eso ayudaria mucho….

  2. FRANZ MAX dice:

    falta total a la propiedad! que podemos hacer? empezar por educar a la gente, para empezar claro.

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