Benjamín Saldaña en el recuerdo

Publicado: 15 abril 2009 en Fernando Nájar
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La tarde del 17 de abril de 1912 (según un documento del Dr. Luís Hernán Ramírez) fallecía  en Cerro de Pasco,el periodista Benjamín Saldaña Rocca. Tenía 52 años, la rúbrica dolorosa de una bala chilena y los sueños de un nuevo lance periodístico. Desde su primera estocada mortal  al imperio de Julio C Arana, cinco años atrás, la pasó huyendo de una ciudad a otra por una invisible persecución  que le creó desventuras y le acuarteló en el olvido histórico

Saldaña fue  un capitán condecorado de la Guerra del Pacifico (tal como él señala en una edición de La Sanción-Iquitos) cuyo idealismo de cambiar el mal por el bien le llevó  fundar siete periódicos, (tres en Lima, dos en Iquitos y dos en Cerro de Pasco), rebeldes desde los primeros párrafos y los siete murieron prematuramente sin cumplir sus deseos. Era un artesanal del periodismo.

Debió pasar a la inmortalidad porque fue el primero y no el oportunista Walt Hardenburg, el que reveló entre agosto y diciembre de 1907  a la opinión publica los pormenores de los asesinatos masivos de indígenas  que ocurrían en los campamentos caucheros, ubicados entre las cuencas de los ríos Putumayo y Caquetá, de propiedad del «civilizador», Julio C Arana.

Décadas después se hizo el recuento de que fueron ejecutados 30 mil witotos y otros 10 mil quedarían flagelados de por vida.  Los mataban porque no extraían la cantidad de látex que exigían los administradores de los 42 campamentos caucheros de la Casa Arana y que después se convirtió en The Peruvian Amazon Co. Ltda, registrada en Londres.

Si las pruebas judiciales que condenan al ex Presidente Alberto Fujimori de violación a los derechos humanos, fueron en un primer momento denuncias periodísticas de un grupo probo de hombres-prensa, que se jugaron hasta la vida en la búsqueda de la verdad, antes de caer en los señuelos de millones de dólares con los que se atragantó la prensa peruana; las denuncias de Benjamín Saldaña Roca fueron las que más tarde condenaron públicamente a Julio C. Arana de responsable intelectual de unos de los peores genocidios racista de la historia de la humanidad que ocurrió en una pedazo de la amazonia, que nunca se supo si era peruana o colombiana.

REACCIONES DE SU DENUNCIA

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Las acusaciones de la Felpa y La Sanción y la propia denuncia formal de Saldaña del 9 de agosto de 1907 ante el Juez del Crimen de la novísima Corte Superior de Justicia, que a meses de establecerse en Iquitos estaba ya plagada de funcionarios corruptos, obligaron al gobierno peruano, presionado por la opinión publica internacional, investigar formalmente los escándalos del Putumayo.

En 1911, el encargo judicial de investigar los crímenes de los indígenas en los campamentos caucheros, Dr. Rómulo Paredes, enemigo acérrimo de Saldaña, reconoció mas tarde en una entrevista periodística,  que las denuncias de la Felpa y la Sanción eran autenticas. Paredes elaboro un informe de 3,000 páginas que determinaron que el Juez Valcárcel emitiera 230 órdenes de detención,  que nunca se cumplieron

El propio Julio C Arana cuando fue interpelado  el 9 de abril de 1913 en el Parlamento ingles ante la pregunta del liberal Charles Roberts » si sabía que Saldaña Rocca acusaba a sus empleados de flagelar a los indígenas», atinó decir que «en esos tiempos sus publicaciones fueron contradichas y descreídas  en toda la región».

La Comisión Especial del Parlamento Ingles, que acusó en 1913 a Julio C Arana de ser el responsable de los asesinatos masivos en el Putumayo, se sustentó también, además del informe de Roger Casement, en varias ediciones de la revista londinense The Truth que publico a finales de 1909, a través del periodista G.C. Paternóster, las atrocidades cometidas en los campamentos de la Peruvian Amazon Co. Ltda.

Lo sorprende del caso es que Paternóster tenía como fuente periodística al norteamericano Walt Hardenburg   y lo que este declaraba  no eran otra cosas que las denuncias de Benjamín Saldaña Roca publicó a través  de La Felpa y La Sanción, como refiere el propio relacionista publico de Julio C. Arana, Carlos Rey de Castro en su libro salvavidas: «Los escándalos del Putumayo, Carta Abierta dirigida al cónsul  ingles Geo B. Michell» publicado en diciembre de 1913 en el que señala textualmente, capitulo de Falsedades e Insidias:

«Hardenbur solo dio a luz las acusaciones contra J.C. Arana y la The Peruvian Amazon Co.Ltda cuando llegó a la capital inglesa en 1909; siendo tales acusaciones, en su mayoría, la reproducción de los artículos de La Sanción y La Felpa, editados en Iquitos por el tristemente celebre libelista Saldaña Roca«.

Puede que estemos  ante un extraño caso de plagio periodístico  de a comienzos del siglo pasado; porque las denuncias del The Truh, que luego se extendió por todo el mundo, causó un gran malestar en el gobierno ingles que se vio obligado a reaccionar con una comisión investigadora. Y Walt Herdenburg, de quien se dice que fue un enviado del gobierno de Colombia, pasó a la  historia como testigo de excepción de la masacre. Richard Collier le consagra como un humanista en su obra «Jaque Al Barón».

En cambio Saldaña pasó al anonimato eterno, alguien se encargó de borrarle de la historia porque sigue siendo una cita de pocas líneas en la copiosa bibliografía que se escribió sobre los acontecimientos de la época del caucho. Nadie le entendió y se afrontó solo, no solo contra un imperio del caucho, sino también con la prensa iquiteña pro aranista y la sociedad misma en su conjunto, que por esos años, dependía de la prosperidad económica de Julio C. Arana. Todo la actividad política, judicial, social y financiera de Iquitos daba vuelta en torno a Julio C. Arana.

No resistió la presión y fue obligado a salir de Iquitos. La última vez que se le vio en esta ciudad, según  Walt Hardenburg, fue una tarde de febrero de 1909 cuando era llevado, a empujones, hacia el malecón,  tenía el rostro hinchado por los golpes recibido de una gentuza, probablemente enviados por Pablo Zumaeta,  que momentos antes  había destruido su imprenta de la primera cuadra de la calle Morona. Era tipo flaco, alto de estatura, canoso y moreno. En la orilla del Amazonas le esperaba una embarcación que le trasladaría a Yurimaguas.

Nadie puede dar fe ahora si la acusación de chantajista que pesa sobre él, como señala Luís Hernán Ramírez, aranista  probo, se ajusta a la realidad. El expediente judicial de los crímenes del Putumayo, donde supuestamente estaban las peticiones escritas de Saldaña para su silencio, se quemó en la revuelta de 28 de octubre de 1998. El escritor Miguel Donayre, que estuvo revisando ese expediente, mucho antes que fuera arrasada la Corte Superior de Justicia de Loreto, debe tener conocimiento si el expediente del caso Arana contenía o no las pruebas negras de Saldaña. Y si estaban, quién sabe sino fueron artimañas, tal como sucedió con Walt Herdenburg, que fue acusado de falsificar un cheque con un monto diferente; sin embargo el propio Julio C Arana, ante la Comisión Especial del Parlamento, negó tener pruebas de Herdenburg sea un falsificador. Hoy se sabe que desde las denuncias de La Felpa y La Sanción, Julio C. Arana auspicio una campaña mediática a través de la prensa local, nacional e internacional, hasta donde se extendía los movimientos diplomáticos de Carlos Rey de Castro.

Saldaña no vio el final de Arana, nunca supo en realidad  que no se enfrentó al propio Arana, sino a un sistema salvaje, a intereses geopolíticos y una estrategia peruana que permitió que Julio Arana hiciera lo que quisiera, inclusive auspiciar los crímenes a inocentes, con tal de establecer la peruanidad de una geografía en disputa y evitar que Colombia se apodere unilateralmente de los territorios del Putumayo. Murió sin saber que  su denuncia saco a luz una desagradable caja de Pandora que provocó un revuelo judicial, diplomático, científico y literario que a largo del tiempo nunca determinaron que es lo que pasó en el Putumayo en el período del caucho, un acontecimiento que sigue en el misterio.

El mes de abril debe ser para recordar que hace 97 años falleció Benjamín Saldaña Rocca, aquel que tuvo la valentía de develar, cuando otros callaban, el asesinato de  miles witotos, que esclavizados eran obligados a extraer el látex que exigía Arana desde Londres para poder vender las acciones de la Peruvian Amazon Co. Ltda. Su audacia no esta considerada en la historia, pese a que podría ser una de las más importantes denuncias periodísticas del siglo pasado.

comentarios
  1. Gino dice:

    Bien Fernando, articulos como este son necesarios para refrescarnos la memoria y conocer mejor nuestra historia. No todo debe ser juerga o desgano. Somos maniqueistas, nos movemos entre chupindangas y rajar de puro aburridos, bailar y hacer marchas…

  2. ROBERTO dice:

    NECESITO COPIAS DE EJEMPLARES DE LA sANCION Y lA FELPA para una exposicion de la BIBLIOTECA NACIONAL en Bogotá, porfa, Roberto

  3. julio maldonado barrios dice:

    Conoci a benjamin a traves de la ultima novela de Vargas Llosa «El sueño del celta» realmente que impresionado y conmovido por su valor, si su nombre estaba en la oscuridad, ahora por los lectores del todo el mundo su nombre brillara como un heroe de la humanidad!

    en la novela describe a benjamin con otro aspecto fisico, «un cholito bajito»
    me parece notable esta nota, antes del lanzamiento de el «sueño del celta»

  4. CARLOS SANCHEZ dice:

    ver Vargas Llosa , el sueño del celta , pagina 153

  5. Felicitaciones por este artículo, le estoy muy agradecida de verdad en nombre de la Amazonía latinoamericana, de Colombia mi patria chica, de los periodistas auténticos que con su valentía y su sangre han escrito la historia

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