Hasta en el fútbol, en las municipalidades, en el Congreso, en las instituciones públicas, magisterio, Poder Judicial, hospitales, policía, Ejército, hasta en las empresas privadas existen dos lacras que son componentes fundamentales una de otra: la corrupción y la ineptitud. La primera alimenta a la segunda y la segunda lleva a la otra; sumando a todo esto la falta de reformas e ideas para poner en acción y disminuir la actividad negativa que nos trae la falta de criterio para funcionar. Esta es nuestra realidad, sufrida, dura, pero a veces buena y no por ello, faltos de esperanza, aquella que se necesita para emprender con inteligencia y serenidad lo que otros vapulearon por soberbia, interés personal, angurria y embriaguez de poder.
¿Qué tenemos que hacer hoy para que después de 30 o 50 años, nuestros hijos vivan mejor que nosotros y nuestros nietos sientan orgullo de su pasado? Sin ánimo de molestar a nadie, déjenme repasar someramente lo que la historia reciente de nuestra política nos deja, quizás el recuerdo sea bueno para no cometer los mismos errores, no garantizo la exactitud de los datos, pero sí la verdad de los hechos, también garantizo el leve coraje que me deja este texto, sin llegar al estupor que provocaría el tener que recordar tantos gobiernos inútiles, sobre todo con lo que más exigimos, Educación de Primera.
Siguiendo un recuento de la vida institucional y política de los últimos 30 años; edad profusa, que reza en vida el autor de la nota, podemos catalogar doctrinas e ideologías que van desde la derecha, el centro y el centro izquierda, doctrinas y pragmatismos hecho gobiernos que nos sumergieron en la barbarie de la guerra civil, del narcotráfico, la corrupción y por sobretodo en la bestialidad de no educar a nuestros electores, llámense ciudadanos, y embrutecer, o mejor expresado, tratar de embrutecer a la población, eligiendo como congresistas a dignos representantes, oferentes de una tremenda vergüenza, ya no diría ajena, sino propia.
1979, gana las elecciones en un segundo intento por tratar de terminar su gestión de gobierno, que se vio truncado por el golpe de estado de Velasco Alvarado; el Arq. Fernando Belaunde Terry, con el partido que fundara, Acción Popular, que a juzgar por la historia, emprendió reformas constitucionales, basados en la libertad y el derecho a la propiedad, reinserción pausada de un engranaje económico, descentralización lenta y empuje de sectores como la industria y la construcción; sin embargo poco o nada se hizo con la ansiada reforma educativa, que por entonces salpicaba el concepto como una simple proeza de locos, un adelanto quizás de ciencia ficción, ni siquiera se percataban que necesitábamos adelantarnos en materia educativa.
Más de cinco años después, en 1985 y luego de tan desaforado encuentro de alianzas anti populares-cristianas, la gesta aprista no imaginaba a un mesiánico y joven García Pérez como presidente del Perú, nada menos que apoyado por la batería ilustre de personajes políticos de antaño pertenecientes al partido, miembros entonces de aquella bicameralidad legislativa, que era entonces la plana de diputados y sanadores del parlamento peruano, y que hoy en día, con ciertas reformas y adaptaciones a los tiempos, nuestro congresista y político Javier Valle Ruesta intenta reformular para llegar a interponer la propuesta de vuelta a la bicameralidad. En ese primer gobierno aprista los funcionarios públicos, los “compañeros”, y que en su noble tarea de emprender cambios para el desarrollo, solo despotricaron en el poder con la más absoluta irresponsabilidad del primer gobierno del APRA ya mucho se sabe, pero poco se ha dicho, la inmensa ineptitud proclamada por los que vivieron esta época, y que a la razón de la mayoría de opiniones coinciden, además del copamiento de las instituciones por parte de los compañeros apristas, y en muchos casos al “tarjetazo” hicieron de este país un enjambre de suciedad para gobernar, y digo para gobernar porque el Presidente no gobierna solo, necesita la plana media y funcionarios, servidores públicos, quienes decepcionaron en su gran mayoría en el primer gobierno del presidente García Pérez, demás está decir las lúcidas ideas apristas como la estatización de la banca, que no era otra cosa que el sistema que consiste en manejar un equilibrio económico interno, más el Plan Social, excelentes ideas que hubiesen llevado a plantear la base de un desarrollo sostenido en el tiempo, así como lo hizo España, después de Franco, pero que a diferencia del Perú, García tenia lacras de funcionarios, que no contaban con la idea central de preservar, administrar e invertir bien el dinero del pueblo; por supuesto la educación, nada. Para la formulación de este articulo, trate de encontrar en ilustraciones, textos e historias, así como informaciones periodísticas de las obras transcendentales de los gobiernos, para por lo menos nombrar no solo lo negativo, razón de la corrupción y la ineptitud, sino también las acciones y obras relevantes de cada gobierno. En el caso del primer gobierno de García, no encontré ninguna acción, reforma de estado, obra o gestión relevante para el bien del país, por allí puedo rescatar la construcción del Museo de la Nación, después, todo es oscuro (disculpen señores apristas, con el respeto que se merecen). La educación ha sido quizás uno de los sectores más abandonados, teniendo en cuenta que es el pilar de nuestro desarrollo, los universitarios, y colegiales de entre 1985 y 1990, hoy, 20 años después constituyen el sistema operativo del país.
1990, el Perú convulsionado por la súper, híper inflación del gobierno de García, la herencia traumática de no ceder ni negociar con las entidades financieras mundiales y los mismos países benefactores de desarrollo, sumado a la intensa guerra civil que traía sus operaciones desde provincia hasta la ciudad, alentados por la idea marxista de llevar la lucha del campo a la ciudad, con designios intocables en las áreas fundamentales del gobierno, decide apostar por el nuevo ideario y doctrina de acción o Plan de Gobierno de un desconocido Alberto Fujimori, la cual transcurre en la más completa y variopinta, por no decir ecléctica sintonía de acciones y medidas de estado (dicen que era el mismo plan de gobierno que usaría su contrincante en ese entonces, Mario Vargas Llosa). Los cambios fueron rápidos, institucionalización de las entidades reguladoras y recaudadoras, “modernización” de las instituciones públicas, evaluación y capacitación de los funcionarios públicos, contratación de técnicos aplicadores y reducción de empleados burócratas; reinserción al sistema financiero internacional, activación de la industria, apertura de los Planes de Inversión Pública y Privada. A mi entender, cuatro fueron los errores del gobierno de Fujimori hasta 1995; primero, el 5 de abril de 1992, sabíamos que era imposible, pero el fin no justifica los medios, y a veces la necesidad no es excusa para delinquir, el procedimiento más claro para evitar el golpe de estado, en ese caso, al del Congreso de la República, era la concertación política, algo que el gobierno de Fujimori carecía, ello nos da cuenta la historia con los congresistas tránsfugas, segundo, la reforma de la educación, NADA, más que la implementación abrumadora de la infraestructura en educación, además del sector salud y programas de asistencia, pero la educación de mente, la de fondo, la iluminada, la de las ideas, aquella que nos inculque a razonar y no actuar como borregos, NADA. Sabemos perfectamente que llegar a un nivel de educación como tienen países como Finlandia, Suiza o Alemania son ilusiones, sin embargo poner la primera cuota de gestión en todos los niveles (inicial, primaria, secundaria, técnica y profesional) han sido para estos gobiernos un saludo a la bandera; tercero, la sobre protección de las Fuerzas Armadas, desligación del sector Ejecutivo, como gobierno en las esferas del manejo político de las instituciones militares, a mi entender, cuna del vicio corrupto del gobierno de Fujimori; cuarto, la infructuosa, tanto como voluntariosa rapidez en vender parte del Estado, sin un Plan de Prospectiva económica en el Sistema de Privatización, la debilidad de evaluar planes de concesión antes de desprenderse de empresas del estado, que al manejo responsable y bajo la perspectiva solidaria de profesionales técnicos s podía hacer.
En 1995, Fujimori, comete el acto más impune y quizás más subjetivo, que jamás un líder debe cometer, la soberbia, al parecer ya engatusado o victima de los maquiavélicos planes de su asesor número uno, Fujimori, hace política de estado sucio, el sistema económico cae, las instituciones del estado dejan entrar al más temible de los males, aquel que nunca fue tema de revisión y censura, porque tenía de su lado las fuerzas militares, la mayoría en el Congreso; estamos hablando de “la corrupción”, que fue la debacle del gobierno de Alberto Fujimori. En esta etapa mi análisis no cuenta de historia, sino de la propia experiencia, aunque a razón del recuerdo, debo confesar que entre 1995 y 2000, mi despegue hacia la vida independiente hizo agudizar mi estado de ánimo con el gobierno de turno y recuerdo que empezando el segundo gobierno de Fujimori era evidente el desplome de su sistema armado en el primer gobierno, alentado por factores externos en ese momento, el PBI había bajado estrepitosamente, no había planes de Comercio Internacional, la ilegalidad e informalidad en el Perú crecía y no había contingencia de acción, por otro lado, los sectores populares representados por los índices de pobreza crecían, la agitación popular y sindical se hacía sentir, los fujimoristas pasivos no entendían que la riqueza que tenían (bastante, poca o mediana) fruto de las acciones acertadas del primer gobierno solo era flor de un día, debido a que la economía de un país se fortalece cuando la base de la pirámide se desarrolla, la clase media estaba mejor, la clase alta estaba feliz, pero la clase baja estaba cada vez más pobre, solo bastaba esperar para que el castillo de arena se destruya; como se dio; por la desconfianza de la población hacia el gobierno, hacia el poder judicial, las fuerzas armadas y los congresistas, empezaba la vergüenza ajena de lidiar con padres de la patria que se compraban al mejor postor, y siempre el mejor postor, era el gobierno; la inflación creció, la recesión era pan de cada día, y la desconfianza era brutal, luego vienen los videos corruptos (vladivideos) y la historia es conocida.
El gobierno del Dr. Valentín Paniagua ha sido el gobierno de transición, por orden constitucional, realmente basto colocarle la banda para que el país recuperara un aliento y una confianza en los corazones, no sólo con repercusión en el país, sino con la comunidad internacional – Paniagua fue un demócrata conciliador, impulsor del Acuerdo Nacional, que de objetivos concretos poco o nada se ve ahora, cumplió su labor como debía hacerlo, teniendo como objetivo, garantizar el debido proceso para las elecciones presidenciales siguientes, Paniagua gobernó con perfil bajo y tremenda calidad de líder y ser humano.
2001, Atribuimos muchas cosas al gobierno de Alejandro Toledo, con ello al regreso de la democracia, las libertades y la confianza internacional; como nos pasó con Fujimori (recuerdan), pero la diferencia estaba plasmada en un consolidado sistema económico, en la cual solo necesitaba acoplar el Plan Estratégico, copó las instituciones de técnicos capacitados para manejar el aparato estatal, manejo políticas de desarrollo económico a través de programas asistenciales, impulso una economía estable con amplia promoción de la inversión extranjera y acuerdos internacionales que permitieran la salida (exportación) de las principales insumos tradicionales, así como el impulso del turismo y la descentralización, un error garrafal, ha estado más del lado de la ética y del buen gobierno, la falta de transparencia de algunos (otros dicen muchos) sectores del gobierno, favoreciendo supuestamente a pocos empresarios y al entorno de su cúpula política, alguna vez critiqué a Toledo por realizar acciones de reforma social que desmerecen toda actitud de un gobernante líder, a ultranza, he creído, y hasta ahora digo, que PERÚ POSIBLE no sabía qué hacía en el gobierno, por el contrario a pesar de los análisis más fríos, las cuales colocaron al gobierno de Toledo como uno de los más regulares y positivos en los últimos 50 años de la historia reciente del Perú, debo considerar que dicha percepción se diluía con tan plausible diagnóstico de los que saben de política, a mi entender, repito, fueron los técnicos profesionales en el plano de Desarrollo Productivo, Economía, Manejo de las Comunicaciones y la Promoción del Estado quienes manejaron una buena gestión para bien del Perú y de paso, para el “auquénido de Harvard”, con cariño.
Desde el 2006 hasta el 2010, prácticamente experimentamos la reivindicación de Alan García, no del APRA, planteando un manejo responsable de la economía y sazonando la actividad de gestión de estado con la cuota social infaltable, con programas en temas de alimentación y salud, con cambios en sus procesos, pero sin cambios estratégicos, lo cual no está mal, es el sello de la gestión. Otro acierto fue la evaluación de los maestros, sin embargo, no todo es color de rosa, porque la criollada es propia de los peruanos, este proceso también tiene sus defectos, y aunque suene a escudo del gobierno aprista debo admitir desde mi humilde visión que los problemas del sector educación en nuestro país están en la base magisterio.
La tolerancia y la sobriedad de un gobierno que ha tenido desmanes políticos garrafales, propias de su descuido, como los petro-audios, y la irrisible, pero indignante a la vez, asunto del congreso de la república, con congresistas que si a la verdad de las verdades se debe admitir que no es responsabilidad del gobierno de turno, por demás está decirlo que es un hecho que arrastra una imagen que involucra a todos los peruanos. El problema del gobierno aprista es la gestión política del APRA, es decir sus propios compañeros, la disociación de algunas partes del aparato estatal manejado por los apristas recalcitrantes; esa disociación afecta e influye negativamente en la acción política nacional. Por último, otro escollo de buena gestión es el divorcio ineludible del gobierno con los temas de la Amazonía, incluyendo el fatal desenlace de Bagua, que han mermado la capacidad de negociación y disertación política por parte del estado, demostrando una vez más la gran ignorancia que existe en la capital sobre los problemas en la región selva, pero quizás esa ignorancia, no sea gratuita, es decir, no pueden ellos comprar la gestión de atender a un pueblo que si bien representa geográficamente el 40% del territorio nacional, a nivel poblacional (electoral) no llega ni al 10%, esta premisa sumada a la falta de convicción de nuestros apenas 3 congresistas que poco o nada hacen por la Amazonía resulta simplemente en una triste realidad.
Está claro el poder entender que en política nunca habrá acuerdos totalitarios, ni mucho menos, es difícil hacer política, cuando la capacidad de concertar no son compartidos en un objetivo general y a largo plazo, todos los gobiernos de estos últimos 30 años se han visto afectados por la corrupción e ineptitud, causa de un desgobierno frente a la actividad educativa, de capacitación técnica y científica. La propuesta de combatir estas lacras de la sociedad está en la capacidad e inteligencia de la población para dejarlos morir y no alimentarlos más; esto quiere decir que debemos trabajar en conjunto y en paralelo un proyecto que tenga como objetivo la eliminación de la corrupción y otro proyecto a largo plazo que tenga como objetivo la capacidad técnica de aplicar los proyectos de amoldamiento superior, mirando al futuro, realmente no podemos bajar la guardia, entendamos que es preferible vivir bien mil años, sacrificándonos poco tiempo, que vivir bien cinco años, sacrificándonos de por vida.