Comer

Publicado: 11 diciembre 2009 en Paco Bardales
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Dicen que comer es algo más que una necesidad.

Dicen que comer es un hábito que repetimos tres veces por día (o dos, o uno, o cinco, de acuerdo a la necesidad, el billete o la ansiedad).

Comer se ha convertido en todo un rito. Como un arroz con leche hecho por la abuela.

Debemos ser honestos: la gente cada menos usa el verbo “alimentar” cuando asocia a la comida.  Es más un pasatiempo. Es mucho más un placer, aderezado con el mejor pisco y el café más rico de la selva central.

Comer en estos tiempos se ha convertido en el nuevo deporte nacional.

La gastronomía se ha convertido en el nuevo vehículo de identidad peruana. Ni el fútbol ni las chicas del vóley, incluso ni siquiera la música o las artes tradicionales.

Comer rico, con estilo, en un ambiente pletórico de detalles y engreimientos, es el gran tema que obsesiona al emprendedurismo de cualquier signo, que le obsesiona Gamarra, el sueño del restaurante propio y hacerla fuera de nuestros reinos con algunas sucursales fichas en los barrios más legendarios del nuevo y el viejo mundo.

Es increíble la cantidad de nuevos restaurantes que se han creado en los últimos tiempos. No solo de comida internacional, sino peruana, sino también regional.

No solo existe la cocina tradicional, el chinguirito, el tacacho, la papa a la huancaína. Ahora hay diversas variedades y diversos espacios y diversos creadores que apuestan por la fusión. Por la elegancia, por la explosión de sabores, por el color, por el aroma y, claro está, por la ilusión.

Bien dicen que al hombre se le conquista por el estómago. Totalmente cierto. Y también al consumidor se le convence por la foto y el confort.

Por eso existe un Gastón Acurio que es sinónimo de sabor patrio y santidad post religiosa. Donde pone el ojo, Gastón, cual rey Midas, genera audiencias y harto dinero. Huarique que visita con su extraordinario programa televisivo lo convierte al día siguiente en un pandemonio de comensales que se arranchan los platillos que ha bendecido el Beatito más famoso del postmodernismo criollo.

Pero por eso existen cadenas de comida peruano que la están rompiendo  fuera del país. Y por eso existen cebicherías como La Mar que son los locales más reconocidos y venerados de Santiago y Bogotá. Y por eso existe una maravilla como El Aguajal en el corazón de Londres que, cuando la ocasión lo amerita, sirve juane y ensalada de chonta.

Pero por esto también existen los chefs más famosos del firmamento, los cuales se han convertido casi en sinónimo de poder y fama. Ahí está Pedro Miguel Schiaffino, con su pinta de pescador intelectual, que se da una vuelta por la selva, identifica sabores que le enseñan en Iquitos, consigue productos frescos de primera, construye un templo de la comida fusión como Malabar (donde puedes comer costillar de gamitana y gnocchis de yuca entre cristales y vajilla de porcelana) y se ha convertido en referente ineludible del futuro culinario amazónico.  Y ahí está también Christian Bravo, dueño de una patente y estrella de la tele. Y también Isabel Álvarez y Flavio Solorzano. Y también los recontra fashion Rafael Piqueras, James Berckemeyer y Rafael Osterling. Y no olvidemos las carretillas, los locales rústicos, la onda fast food estilo Bembos. Y para eso está Mauricio Fernandini quien con su programa 20 lucas nos enseña que no hay que tener millones para tenernos contentos (de paso, incide en un género que será el top de tops en muy breve: el periodismo gastronómico). Mistura, por ejemplo, fue el gran ejemplo: comida de todo tipo, deliciosa y al alcance de todos. La feria reventó mucho antes de iniciarse y fue un éxito tanto mediático como económico.

Solo en Lima existen una infinidad de restaurantes de primer nivel que repletan sus instalaciones. Existen servicios que cuestan lo que un reportero ganaría en un mes. Pero también existen huequitos donde se puede comer rico y con tranquilidad para los bolsillos. Y todos son buenazos. Y en todos se sientan en torno de un manjar y una buena conversación. Y por eso es difícil olvidar un lugar, sean de ají charapita, de emoliente, de raspadilla o de tamales, sea de finas hierbas o embriagadores de culantro y perejil. La moda, evidentemente, ha llegado a todos los rincones y en las principales ciudades.

En Iquitos también se come rico, y se come bien, aunque se podría degustar mucho mejor si nos diéramos cuenta del extraordinario potencial que el tema convoca. Así como en este aspecto, no hay duda que estamos en la meta correcta. Porque, como en ningún espacio, puede encontrarse lugares tan finos e interesantes como Al frío y al fuego, Fitzcarraldo, El Gran Maloca y lugares tan clásicos y tradicionales como El Exclusivo de la maestra cocinera Chelita Alarcón. Y porque aquí se come pescados tan interesantes como en el Coma y punto, El Mijano, El Bucanero o La Isla y se cuenta con un restaurant de comida china tan insuperable como el Long Fung. Porque solo aquí se come sushi de sabor fluvial y encanto en La Taberna del Cauchero. Y existen lugares de comida deliciosa como el Blanquita y el Zorrito, llenas de encanto y sabor amazónico, y heladerías como La Favorita o La Muyuna que te ofrecen copas de sabores regionales. Y todavía se comen deliciosos desayunos en el Mercado Central, un tacacho al paso por la calle Ricardo Palma y el señor que vende sus barquillos con pasta de aguaje en la esquina de Brasil con Próspero sigue vigente. Y porque siempre es un gusto ir al Chipy a comer anticuchos como si en Iquitos no  hubiera pasado el tiempo desde hace por lo menos dos décadas. O también un pescadito asado en Bellavista. Y, claro el caldo de gallina con especias nativas en la Alfonso Ugarte y  Ari’s de paiche en, claro está, el Ari’s Burger, o la torta tres leches del Norma mía.

En fin, hay tantos lugares tan buenos y quizás este artículo sea injusto con ellos porque no hay suficiente espacio para hacerles justicia (mis rendidas excusas), sin embargo esto habla de que materia prima, y capacidad también, solo es cuestión de ponerse las pilas, decidirse a investigar, innovar, crear un producto atractivo y, claro está, delicioso. La Amazonía está destinada a ser, según las estadísticas, el segundo destino gastronómico del Perú. Aprovechemos la ola y comamos.

Descubramos y redescubramos que detrás de la comida y de lo que comemos puede también estar parte de nuestro progreso colectivo. Que comer rico – y con amazónico – puede ser no solamente un placer, sino, a la luz de las evidencias, una verdadera bendición.

comentarios
  1. Juan José dice:

    Nuestra ciudad tiene que organizar una Ruta Gastronómica como un paquete turístico integrado.

    Recordemos que el concepto clásico del turismo en Iquitos es llegar a la ciudad y rápidamente trasladar al turista al Lodge.

    Con Lima pasaba algo parecido, puesto que los turistas sólo hacían noche en Lima para tomar el avión a primera hora a la ciudad imperial. Ahora los turistas que se quedan en Lima se quedan literalmente «a comer», puesto que turísticamente más allá del centro y las Fuentes, es difícil que los turistas puedan apostar por más.

    Necesitamos fomentar la estadía de los turistas en la ciudad, y nada mejor que una buena ruta gastronómica que vaya desde lo tradicional, hasta lo elaborado, potenciando, porque no, los deliciosos tragos amazónicos paralelamente al nacional Pisco Sour.

    Moquegua por ejemplo, ha organizado una Ruta del Pisco como alternativa turística, que involucra comida, bebidas, postres, y lugares a visitar. propuesta que a esa ciudad, le ha dado réditos muy positivos con los afluentes del sur que antes solo pasaban defrente de Tacna a Arequipa y Cusco.

    Saludos,

    Juan José

  2. Percy Meza dice:

    ¡Caramba! Ya se me antoja un tacacho, con un buen vaso de chicha o aguajina y sentado en un banquito, mirando el atardecer mientras el sol se oculta tras el horizonte de árboles. Mientras comienzan a sonar los sapos y los grillos. Eso un buen panorama para quedarse ensimismado.

    Pero eso sí, Iquitos debería tener como una clase de «parque temático gastronómico» o una campaña simbólica de la comida amazónica. Eso beneficiaría el turismo en Iquitos. Sería maravilloso iniciar un proyecto así.

    Pero sería bonito un parque temático con mucho valor cultural. No como a veces hacen campañas con mesitas, puestos y música. Tiene que existir muchas cosas más. Para hacer estas cosas hay que sacar toda la creatividad mezclando la cultura básica de la Amazonía con la actualidad, logrando así una esencia de turismo sano, divertido, gastronómico, cultural y «charapa».

    Un parque temático como Disneylandia en Iquitos. Pero no me refiero en hacer un Disneylandia, sino un parque temático simbólico de la Amazonía.

    Esto tuvo que hacerse hace mucho tiempo. Aunque el gobierno de Loreto no se le vino eso por la cabeza, ni Alan García que ni siquiera de la Amazonía se acuerda, donde la única vez que lo hizo fue en el caso de Bagua.

    Como en un pasaje del primer capítulo de mi tercer libro «Iquitos y la Rebelión de las Leyendas»…

    «Es cuando los ojos del mundo se posan en ti, dulce bebé que emerge entre los árboles y va entrando en la niñez… Ellos depende de ti, pero no dejes que lastimen tu suave piel de arbolado. Deja que te miren, que no abusen de tu cariño y amor. Eres importante en el mundo… Y lo serás hasta la eternidad.»

    Saludos

    Percy Meza

  3. Pancho dice:

    Oe publica siquiera el primero alucinado!!!

    • Percy Meza dice:

      Es un libro futuro, pero el segundo ya está para publicarse en 2010 («Kilogramos de Letras») y el primero fue un sencilla prueba de entrada («En Coma»), pero lo considero el primero.

      ***

      Solo les contaría que leyendo el artículo me dio ganas de comer un plato amazónico, y yendo a Surquillo me encontré con variedades de platos, pero casi no saben igual a los platos típicos. Estoy seguro que hay algunas vendedoras que son de Iquitos, porque un tacacho sabía muy bien. Supe elegir muy bien. 🙂

      Saludos

  4. Valeria dice:

    Alucinado??? Yo ya estoy escribiendo mi discurso para el Nobel de Literatura 🙂

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