– ¿Cómo es eso?… ¿te aprietan un botón y ya estás activa?… ¿Como un aparato o algo así?
– No, no es eso. Es como cuando se prende un foco, pero la diferencia es que no lo puedes apagar.
– Ah… entonces es como una máquina, es decir ¿nos convertimos en máquinas de placer?
– Jajaja… Algo así, pero en lugar de apretarte sólo algo, te aprietan muchas cosas…jajaja… y el punto es que te entra algo. Te penetra. Se te mete.
– ¿Te entra?… jajaja… ya, ya sé. Entiendo. ¿Y cómo se siente?
– Sí nena, no eres tan tonta. La primera vez duele.
– ¿Duele?
– Sí, pero es un dolor rico, jajaja (ambas reímos). Después ya no puedes vivir sin eso, por eso las mujeres se casan o se vuelven putas, jajaja. Eso es estar sexualmente activa. ¿Entendido?
– Sí, sí, ya entiendo. Entonces se necesita un niño crecido…jajaja.
– Sí, exacto, se necesita un niño crecido, un hombre, eso se necesita, un hombre. Y luego muchos más.
Enrojecida por la calentura de la charla, entendí el significado de estar “sexualmente activa”.
Durante la adolescencia es un término muy escuchado y desconocido hasta que llegas a “la primera vez.” Y entonces ya estás activa.
Yo mantenía esta conversación con una chica de mi edad entonces 16 años), que “conoce el mundo” y las cosas de la vida mucho mejor que yo, que fue explicándome a detalle como ocurre el milagro de hacer hijos. Yo había leído con anterioridad y muchas veces en los libros, pero fue la primera vez que lo escuché de alguien como experiencia personal en vivo y en directo, claro que ella no era mamá, porque se cuidaba mucho, y también me dio clases teóricas de cómo cuidarme, pero se escuchaban mucho mejor saliendo de sus labios que de lo que puedes captar de las letras de un libro.
Después de esa conversación mística y sumamente importante, me interesé por saber más del asunto, ya no con los libros (porque estaba hasta la nuca de tanta letra), buscaba testimonios de gente, en general de amigos íntimos, que me cuenten como les fue en esa primera vez que los convirtió en esa cosa mágica que los médicos, científicos, psicólogos y todos aquellos que se interesan cada día más por estropear la mente de los chicos, llaman adolescentes “sexualmente activos”, que a la vez los convierte en adictos por excelencia y no pueden vivir sin esas noches de placer.
Muchas personas (sobre todo las mayores) creen que es muy complicado hablar del asunto, por ejemplo, cuando la hija le pregunta a su mamá ¿cómo se hace el amor? Y esta saca mil excusas para no darle la respuesta, como si fuese una cosa de otro planeta, y nosotros, los adolescentes, tenemos que buscar información válida en donde mejor nos parezca.
Recuerdo mis conversaciones con mis compañeros de colegio (estoy refiriéndome exclusivamente a mis compañeros varones de la secundaria), cuando yo tenía una duda incesante, llegué a preguntarle un día a Hugo (uno de mis amigos más íntimos):
– Dime una cosa, por qué los hombres siempre se tocan sus “cositas”, ¿les estorba?
A lo que él respondió:
- Es que a veces “pepito” se dobla mal y se le acomoda pues.
Y así fui descubriendo cosas y más cosas, de las cuales fui experimentando algunas, gracias a los enamorados mañosones que tuve; uno me besó por primera vez con lengua, otro trató de inducirme al acto sexual bajo la excusa de que “somos amantes, y nos amamos” (como dice la canción), pero fracasó. Como no tuve muchos enamorados tampoco fueron muchas mis experiencias, pero creo que para pasar el rato ya tuve suficiente, aunque no niego que hay momentos en los que quisiera de golpe y porrazo levantarme a un buen muchacho, jajaja…Pero no, pienso que ese momento debe llegar por su propio peso (ojalá que no sea muy pesado, jeje).
En fin, hoy tengo 18 años, y aun no he aprovechado del todo las oportunidades para formar parte de ese grupo inmensurable de jóvenes que tiene el gusto y en ocasiones, la desdicha de poder decir: “Ya no soy virgen”. O en otros términos: Soy sexualmente activa(vo).