Pedestal para César Calvo

Publicado: 18 septiembre 2009 en Paco Bardales
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César Calvo Soriano nació en 1940, en Lima, “entre formidables muchachos, gente hermosa, canillitas de mi edad y de mi pobreza, y otros amigos que me observan desde aquel entonces, parados en su orgulloso asombro”. Ese hombre nacido en la capital de los reyes (y pronto de los Quispe, pero aún no de los Aricari), siempre dijo que había nacido en Iquitos. Siempre había dicho que su lugar de origen tanto tiempo expresado era la selva. Que su patria era la Amazonía.

Su padre era pintor, se llamaba César y se apellidaba Calvo de Araujo. Era uno de los artistas plásticos más importantes de estos fastos, pero también, aparte de padre, era “su hermano”. Amaba la cocina, la cama y el escritorio. Amaba el Perú como amaba a cada mujer que había amado, aunque sea un instante, nunca en su totalidad. Calvo vivía en todas partes. Su primera infancia la pasó en la zona fronteriza con Brasil. Hizo de Magdalena su logar de mataperradas escolares. Dormía en cada lugar donde le sorprendía la noche o el deseo, pero volvía siempre a un departamentito pequeño que rentaba su hermano en el jirón Carabaya. Era fan de la música, de la declamación, hizo periodismo, coqueteó con el cine e hizo amante a  la televisión. Hizo canciones para Chabuca Granda y fue militante de la izquierda revolucionaria.  Pero, ante todo, César Calvo fue Poeta. Uno de los más grandes y memorables que haya parido este país de desconcertantes gentes y libros que se apolillan en los anaqueles.

El vate pensaba que no escribía solo para demostrar que la poesía no era privilegio de los poetas. Lo pensaba porque sabía que en el fondo no le interesaban los beneficios a largo plazo del oficio, las mieles burocráticas de la pasión. Calvo sabía que lo suyo era crear belleza con cada palabra que salía de su boca y se plasmaba en un papel. Escribió su primer poemario a los 18 años y a los 26 ya había publicado El cetro de los jóvenes, Colección Premio de la Casa de las Américas, en 1966. También existirían Poema a dos voces (escrito conjuntamente con Javier Heráud), Ausencias y retardos, Como tatuajes en la piel de un río, y, claro está, Pedestal para nadie. También el Premio Poeta Joven del Perú, el Premio Nacional de Fomento de la Cultura, el Premio Nacional de Poesía.

Aquél hombre que parecía sonero y amaba como cosaco, aquel poeta estruendoso e imparable, era el mismo que, a los 12 años, avergonzado y solo, contemplando un paisaje de techos ruinosos, escribió a  su abuelo una larga carta pidiéndole que no envejezca. Aquel letrista implacable, aquella fuerza natural que creaba poesía como quien vivía a plena luz (y entre sombras), estaba destinado no solo a ser leído. Calvo estaba destinado a ser escuchado. A sentir sus versos como pequeñas historias que se cantaban, que se inundaban de melodía. Como dice Hildebrandt, la de Calvo era  poesía galopando en endecasílabos, poesía en combate de armonías y, como toda verdadera poesía, no abría ninguna puerta ni disimulaba ningún concepto. De ahí que lo hayan cantado e interpretado notables como Pelo Madueño, Raúl Vásquez, Susana Baca, Cecilia Barraza, Miki Gonzáles, Rafo Díaz, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, David Byrne y tantos más.

Calvo Soriano era una fuerza de la naturaleza que esperaba cada mañana como si fuera la última. Cada libro, cada poema, cada verso, obedecía a sus propias, intransferibles leyes, tenía su tiempo de luz y su sed de llorar. El poema para Calvo no era el reflejo de la vida. Era la vida. Y en ella, también se reflejaban las dos mitades de su vida, como anotó alguna vez Arturo Corcuera: el de los instantes diáfanos y efusivos, estruendoso, talento y fantasía; y el tocado por la soledad y el dolor, por los presagios y la noche negra, quebrantadamente triste y desvalido.

Ese hombre, repito, universal y cosmopolita, contradictorio y seductor, cautivador de serpientes y multitudes, era amazónico por decisión, por herencia, por justicia, por amor. Ese amor se desentrañaba en un poema-canción llamado Amazonas (Hace miles de lunas/Cuando el mundo era sombra/ Antes que Dios naciera/ Cuando el mundo era sombra/Cayó un rayo del cielo/Sobre un palo de rosa). Ese amor se expresaba en una oda a Sinarahua, que era un canto premonitorio sobre la ausencia (Ah Sinarahua cuya sangre/ a tientas / corre sin alcanzarlo por la hierba. / Sobre el viento tendido, /ya de musgo / abierto el corazón, de huir / los ojos, / ah Sinarahua, entre nosotros, solo). Ese amor se podría representar en todo lo que Calvo sentía por Iquitos, por su gente, por su espacio, en un fragmento de un carta fechada en 1962 (Nunca creí poder amar a esta ciudad. Ahora la siento entrar y salir por mi sangre como un “veneno imprescindible”. Su lluvia, indecisa, mediocre, que tanto he despreciado, me parece ahora la caricia más tierna: como si estuviera tu piel en el aire). Ese amor se reitera en su belleza y su lado femenino (Dicen que en la Amazonía el primer hombre no fue hombre, sino mujer).

Ese hombre, repito, que murió en agosto del 2000, con una septicemia que lo había dejado sordo previamente, que se había ensañado con su cuerpo otrora vital y poderoso, que había transformado su grandeza y gorjeos de dolor y afección, ese hombre probablemente haya escrito el libro más importante de y sobre la Amazonía peruana, Las tres mitades de Ino Moxo: grandilocuente, extraño, poderoso, apasionado, poético, narrativo en extremo, místico, cotidiano, voraz, inabarcable, una suerte de novela-río escrita con aire de verso y corazón de poeta. Un libro de 1981, que no se ha vuelto a reeditar, que contiene todo lo que quisiéramos y no quisiéramos descubrir, pero nos envuelve, nos expresa, nos abarca. Un tratado sobre nosotros mismos, donde encontramos lecciones de vida como ésta:

Hay cosas que merecemos conocer y que debemos ignorar. Todo es merecimiento.
Cada dolencia, cada enfermedad, viene al mundo tras de su remedio. Hay cuerpos que merecen ser uno con sus propias almas, limpios hasta que ni se notan sus junturas y hay otras que merecen el desequilibrio constante, siempre huérfanos de algo, metidos en sí mismos, como una cueva dentro de otra cueva. Como ciegos que además de ciegos fueran tuertos. Incapaces de darle nada al mundo, sin jamás comprender, que las almas se alimentan de ofrendas, y que son mas conforme mas entregas, y conforme mas das, tu posees mas…

Ese hombre, que murió, repito, sordo, sufriendo, en la pobreza, fue el gran vate cantor del Amazonas. Tres mitades de Ino Moxo no ha vuelto a ser conocido por los loretanos, por los peruanos, por las nuevas generaciones. Un proyecto editorial para reeditarlo duerme el sueño de los justos en cualquier oficina burocrática, mientras se priva a la humanidad del privilegio de la estética y la emoción. Ese hombre que hace grande el conocimiento de nuestras verdades no tiene su nombre inscrito en una calle (y tampoco le hubiera importado tenerlo), pero tuvo la grandeza de iluminar con sus sueños, sus emociones, su fantasía. Hizo que el mundo, aún gris e irresuelto, fuera mejor, aunque sea un poquito en las mentes y los corazones  de tantas y tantos.

Porque aquél hombre, ese mismo, fue quien un día de 1974, en una conferencia de la cual muchos aún tenemos el recuerdo, dejó para la posteridad una declaración de principios sin atenuantes ni intermediarios, sobre la creación y la hermandad cósmica: “Se escribe un poema, finalmente, se escribe un poema para que en algún lugar del mundo, mañana o dentro de veinte años la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista, desista por lo menos unos días, y comprenda que la vida es siempre hermosa a pesar de la vida… y a pesar del poema.

Una vida digna de un pedestal y un recuerdo imborrable.

comentarios
  1. rlajo dice:

    Sólo diría que Las tres mitades de Ino Moxo no es sólo, probablemente, el libro más importante sobre la amazonía, sino uno de los libros clave sobre el Perú. Aunque clava su corazón en la selva, el río que es la prosa de Calvo visita entre ensueños la costa y la sierra, igual que visita las distintas «razas», los mitos y la historia, y, de alguna manera, estos delirios me parecieron mucho más útiles para comprender esta tierra que las tan racionales elaboraciones vargasllosianas.
    Que los padres y madres del monte guien el proyecto de reeditar ese texto tan necesario entre nosotros (como te comentaba hace poco, me sorprendió ver una edición en inglés en pleno Larcomar, en un anaquel lleno de libros «chamánicos» para consumo turístico)

  2. Sergio dice:

    «El ginecólogo aficionado», ja, ja. Bryce trató de restarle méritos a nuestro charapa seductor al sostener que Calvo se había hecho amigo suyo para que le presentara muchachas de abolengo. Obviamente se trataba de otra mentira bryce-echeniqueana. (Ver este artículo de Gargurevich: http://tiojuan.perublogs.com/2005/08/Cesar-Calvo-Poeta-y-Seductor.html).

    P.S. En el vídeo aparecen, entre otros, Julio Ramón Ribeyro y Manuel Scorza, dos capazos.

    • Nania Calvo Soriano dice:

      He vuelto a leer algunos comentarios y me parece que, incluyéndome a mí, nadie se ha dado cuenta que cuando se publica el libro donde Bryce dice las tonterías que dice sobre mi hermano, César ya había muerto. Esto hace absolutamente imposible que (con sorna o no) y estando muerto pudiera haber hecho algún tipo de comentario con nadie, a no ser que ese nadie sea espiritista…
      Ahora voy a mi principal objetivo, que los admiradores del trabajo de César no se preocupen como le pasó a mi sobrina Isabel al saber que César le había dado unos poemas a Maritza Karadza. César solía hacer eso. Escribía en una servilleta o en cualquier papel y luego le daba el poema a alguien. La preocupación de mi sobrina era la posibilidad de que surja alguien, que no conozca el significado de la palabra ética, y que diga que ese o esos poemas son suyos. Lo que le dije a mi sobrina les digo a ustedes: César tenía el hábito de llegar a la casa y volver a escribir los poemas que había dado. A veces alguna visita por distracción (lo decía riéndose) se llevaba algunos poemas pero como César sabía exactamente dónde y cómo dejaba sus papeles lo detectaba inmediatamente y volvía a escribirlos, tenía una memoria prodigiosa. No hay el menor peligro de que alguien intente decir que es autor de poemas ajenos, no en el caso de César. Todos sus poemas están bien guardados, los tengo yo. Con el humor que lo caracterizaba, César tenía una relación de Poemas dados a:….. y otra de Poemas «llevados» por…
      Espero haberlos tranquilizado como hice con mi sobrina.
      Les cuento que las mesas que se hicieron en La Casa de la Literatura, el 3 sobre sus trabajos y el 4 sobre su persona, estuvieron maravillosas y nos llenaron de orgullo y emoción.
      Los tendremos al tanto de las publicaciones. Gracias a todos.
      Un abrazo,
      Nania

  3. Este va ser el primer comentario que dejo en este blog y lo haré sin usar mi típico id de twitter, de facebook, de mirc, del blog, del msn y de cuanto servicio estoy sucrito… y es que a veces me pongo a pensar con qué derecho puedo usar aquel mágico y genial nombre… Yo descubrí a César por casualidad, encontré un ejemplar de las Tres mitades en el almacén de la juguetería familiar, estaba carcomido por polillas y no me importó, así lo empecé a leer y no paré hasta terminarlo. Tenía una dedicatoría, para Felix, mi hermano… César Calvo.
    Luego la casualidad volvió a ponerme en el camino del poeta… Caminando por Quilca encontré Un pedestal para nadie y sin dudar, lo compre y me volvió a atrapar.
    No sabes la nostalgia que me entró cuando leí el twitt en el que lo citabas, me importó nada estar de comisión y te respondí.
    Hoy no tengo ninguno de los dos libros, desaparecieron en alguna de mis tantas mudanzas y es algo de lo que me arrepiento… En mi próximo viaje a Iquitos planeo una incursión a la biblioteca de Felix y le robaré uno de los 3 que tiene.
    Cómo hacemos para reeditarlo? Con quién se tiene que hablar? Cuánto debemos pagar? Cuenten conmigo si hay planes para hacerlo…

    • Yvan Torres Battifora dice:

      Este miércoles 18 de agosto de 2010, a las 19:00 horas en la Casona de San Marcos (Salón General) se presenta la reedición de «Pedestal para nadie», de César Calvo.

      Están cordialmente invitados.

      Yván

  4. FRANZ MAX dice:

    cada vez que alguien sita a Calvo, cierta indignacion y melancolia me sale a flor de piel, y es que entre nosotros no hay quien conoce sus poemas (preguntarles a muchachos de secundaria si en el colegio han leido algo de cesar calvo soriano y te van a decir que ni siquiera saben quien es el)

    por cosas del destino mi profesor fue armando ayarza y se puede decir que el me sumergio en la literatura amazonica, y eso por pedido insitente de mi parte.

    Grande Cesar , muy buen post mi estimado.

    saludos

  5. Gino dice:

    Paco,
    a César no le gustaban las declamaciones, detestaba eso. El decía que la poesía había que leerla, paladearla, decirla simplemente. Sobre el comentario de Bryce, tengo que decir que es cierto lo que contaba, eso no fue secreto y César lo decía sin tapujos. De la misma manera cuando descubrió y empezó a frecuentar Chincha y El Cármen, no solo fue por acercarse a la cultura afro peruana y su música, sino también por las bellas morenas que allí vivían.
    Lo que si es urgente y necesario es reeditar sus libros. Es una verguenza que en nuestras librerías no encontremos ningún ejemplar de sus obras. Así como una severa recopilación de poemas inéditos (hay muchos, yo mismo poseo algunos) y ver con la familia, que hasta donde sé, poseen los derechos, para de una vez por todas autoricen la publicación de su obra. Muchas universidades y casas editoras están interesadas.
    Estamos en deuda con el flaco.

    • Gino, probablemente lo que señalas sobre las renuencias de Calvo con la declamación sean ciertas, pero quienes lo conocieron incluso antes indican que fue un gran declamador, quizás dentro de sus variadas y múltiples aficiones/emociones. Y, además, que era uno de los mejores declamadores de la poesía de Vallejo en el Perú.

      Y, digamos, hablando de esa capacidad de Calvo Soriano para emocionar con sus palabras, les dejo aquí el extracto completo de la conferencia del Instituto Italiano de Cultura, sobre por qué se escribe un poema:

      «¿Para qué coño se escribe, a fin de cuentas, un poema?

      Y aquí voy:

      Se escribe un poema para sentirse el centro del mundo.
      Se escribe un poema para hacer más fraternos a los hombres,
      o sea para intentarlo,
      o sea para que la poesía sirva para alguna cosa.
      Se escribe un poema para no sentirnos el centro del mundo.
      Se escribe un poema para ahuyentar a una muchacha.
      Se escribe un poema para ayudar a la Revolución.
      Se escribe un poema para que los maridos nos odien mucho más.
      Se escribe un poema para que el poema nos acompañe,
      para no estar tan inexplicablemente solos.
      Se escribe un poema para duplicar el orgasmo
      o al menos para ponerle un espejo delante.
      Se escribe un poema para no tener tiempo de hacer otras cosas,
      como por ejemplo para no tener tiempo de sufrir.
      Se escribe un poema para que nuestra tía más querida
      pueda decir a todos que tiene un sobrino que escribe un poema.
      Se escribe un poema para rascarse la barriga en la playa,
      para emborracharse en Surquillo
      sin que a uno lo asalten los señores chaveteros,
      para darse un descanso entre polvo y polvo,
      para hablar de ello en el Instituto Italiano de Cultura,
      para que a uno lo consientan todo,
      para que a uno no le consientan ni un comino.
      Se escribe un poema para que los psiquiatras no nos cobren,
      y para que aquella rubia se sienta inmortalmente poseída,
      y para que el general Velasco lea estas líneas
      y sepa que Avendaño sigue preso
      por orden de una culebra disfrazada.
      Y se escribe un poema para viajar a los congresos de escritores
      con todos los gastos pagados,
      y para ponerle el cascabel al gato,
      y para poder comer con la mano en los salones
      si nos viene en gana,
      y para morirse de hambre
      y también para no morirse de hambre
      y para quedar como un perfecto cojudo en todas partes,
      y para usar calzoncillos de colores sin que
      se nos acuse de maricas,
      y para que ciertos cadetes nos dejen a solas con sus novias
      creyendo que lo somos.
      También se escribe un poema para no afeitarse nunca,
      para ir al baño sin remordimientos,
      para ir al comedor sin remordimientos,
      para ir al dormitorio sin remordimientos,
      y se escribe un poema para sentirse culpable de todo
      y con esos materiales llegar a escribir algún poema.
      Y también se escribe un poema para reírse a gritos
      Y para vivir también se escribe un poema.
      Y para tener un pretexto para no vivir, etcétera.
      Y a propósito de etcétera:
      Se escribe un poema para no escribir cosas peores,
      como cartas de amor, cartas financieras,
      facturas por pagar, tratados de filosofía miraflorina,
      Y se escribe un poema por incapacidad,
      cuando se ha fracasado como wing derecho en la
      selección del colegio, cual es mi triste caso.
      Y se escribe un poema para intensificar la vida,
      como dice Stéfano Varese.
      Y se escribe un poema, finalmente,
      se escribe un poema para que en algún lugar del mundo,
      mañana o dentro de veinte años
      la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista,
      desista por lo menos unos días,
      y comprenda que la vida
      es siempre hermosa
      a pesar de la vida… y a pesar del poema.»

    • Nania Calvo Soriano dice:

      Gino, César declamaba desde niño, no afirmes lo que no sabes. ¿de dónde sacas que era cierta la necedad que dijo Bryce? los que lo conocieron bien contestaron en su momento. ¿y dices que iba a El Carmen por las chicas? decididamente te dedicas a decir tonterías. No pones tu apellido pero creo saber quién eres, nunca fuiste su amigo y la familia lo sabe con certeza, francamente das pena. Si eres otro Gino, también dices tonterías.

    • Nania Calvo Soriano dice:

      Paco,
      Soy hermana de César Calvo. Quien tiene los derechos de César es mi madre y ella estaría encantada si alguna editorial la contactara para poder publicar. De corazón agradezco tus comentarios sobre mi Flaco.
      Un abrazo.

      • Querida Nania;

        No hay nada que agradecer. César Calvo se merece esas y muchísimas mejores y más memorables palabras, sobre todo acciones que ayuden a que su legado poético quede vivo siempre en la mente y los corazones

        Tus palabras dan un espacio de aliento para que la obra de César vuelva a ser reeditada. Como amazónico y admirador de la música poética de tu hermano, aquellas son palabras mayores y agradecemos la buena disposición de la familia para poder contribuir a que el río fluya a través de la belleza.

        Muchos saludos

      • Miguel Flores dice:

        Nania, estoy en Mexico tengo el libro de Ino Moxo en ingles,
        pero una de las cosas que quiero hacer antes de dejar este mundo
        es poder leerlo en español, como puedo contactar a tu madre?
        Tengo la forma de hacer los arreglos para una edicion, aca o en
        centroamerica.

  6. Gino dice:

    Para entendernos: declamar un poema es teatralizarlo, dramatizarlo; recitar es leer, decirlo. César recitaba, no teatralizaba cuando leía.
    Saludos.

  7. Sergio dice:

    Pobre Bryce, siguiendo a Hugo Neyra y a Gargurevich lo vilipendié sin más, pero es que en boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso.
    La confirmación de lo sostenido por Bryce, viéndolo bien no le resta en absoluto a la reputación de mujeriego de Calvo, por el contrario, junto a la otra revelación -la de su acercamiento a la negritud motivado en parte por la belleza de las morenas, quién no se motiva con la belleza de las morenas-, no hace sino elevar su celebrado frenesí por las mujeres a niveles astronómicos.

    De su vínculo con la cultura afroperuana y sus problemas sociales, además (seguramente) de varios devaneos, nació este poema:

    (recitado por el propio Calvo)

    Saludos!

  8. Calvo por siempre dice:

    Hermoso artículo, sin embargo, no es cierto que Calvo haya muerto en la pobreza, no le sobraba el dinero, claro, pero hay que desterrar de una buena vez esa idea de que un poeta debe morir pobre para que se precie como tal, por lo menos no en el caso del querido César.

    Queda aún mucho por publicar de Calvo, reediciones y textos aún no publicados, la familia, quien hoy tiene los derechos de autor deberán proteger su legado.

    Calvo, inolvidable Calvo.

  9. Gino dice:

    Soy Gino Ceccarelli. Los comentarios mencionados sobre Bryce, me los hizo César directamente (con sorna, claro, pero utilizando un sinónimo de «abolengo») así como sobre las muchachas del Sur que inspiraban su admiración. No tengo ninguna necesidad de mentir ni exagerar, además, no soy el único que puede afirmar eso. Que yo recuerde jamás tuve problemas con la familia. Durante muchos años Frecuenté casi a diario a Doña Graciela y a Guillermo en su casa del Jirón Callao y también en Chaclacayo, donde viví con César un par de años. Dejé de verlos porque fui a vivir en el extranjero y recién hace un par de años he vuelto por Lima. No creo que mis comentarios hayan sido ofensivos ni a la familia y mucho menos a César, a quién dediqué una exposición y varios artículos reinvindicando su vida y obra.
    Sobre la diferencia entre declamar y recitar ya lo aclaré en un comentario anterior.
    Y sobre la ausencia de su obra en librerías es una realidad y no juzgo a nadie. Es el autor más buscado por jóvenes ahora. Si Doña Graciela es quien tiene los derechos, es bueno saberlo ya que así puedo aconsejar a alguna gente (una Universidad de Iquitos, por ejemplo) que desean reeditar algunos libros.
    No comentaré sobre adjetivos innecesarios.

    • Nania Calvo Soriano dice:

      El tema está cerrado definitivamente, la fantasía quedará en fantasía. Algunas personas han contado historias absurdas sobre César, como hizo Bryce. En este momento recuerdo a Juan Marsé que me contó que por esas historias malintencionadas botó de su casa a un supuesto amigo de César.
      Recordemos a César por su generosidad y talento, y por tantas y tantas vivencias maravillosas. Sus amigos, sus conocidos, seguidores y cualquiera que lo buscara, todos, fueron siempre bien recibidos por mi madre.

  10. FRANZ MAX dice:

    LIBROS DE CESAR YA!

    OJALA NO QUEDE EN PALABRAS Y DE UNA VEZ SE HAGA ALGO POR PUBLICAR MAS DEL LEGADO DE ESTE GRAN VATE!

    SALUDOS

  11. Un genio sin lugar a dudas.

  12. FRANZ MAX dice:

    yeah!! tu lo has dicho piero!

  13. Nania Calvo Soriano dice:

    Para Miguel Flores: Estamos viendo de publicar no sólo Ino Moxo. No te preocupes, lo leerás en español. Me comprometo a guardar un Ino Moxo para ti. Saludos,
    Nania

  14. Miguel Flores dice:

    Nania:
    Muchas gracias por tu respuesta, espero las buenas noticias.
    Saludos.

  15. Carla dice:

    Nanita estupendo, está claro y conciso, sin muchas vueltas y siiiiiiiiiiiiiii doy fe de la memoria de César Calvo,se sabía todos sus poemas,es más suyos y ajenos.
    Era de una memoria asombrosa. Esto me consta personalmente porque un día que no encontraba uno de sus tantos comienzos de «Edipo entre los Incas» simplemente lo volvió a escribir sin pausa y sin apuro!! como si alguien le dictara…

  16. Manuel Hugo Córdova Vargas dice:

    Conocí -de vista- a César Calvo en la casona de la cuarta cuadra del jirón Carabaya. Lo veía cuando entraba o salía de su casa, acompañado de amigos, pero él destacaba. Me dijeron que era poeta y hermano de Nania, una chica de bellísimo rostro, una cara angelical. Yo vivia en una casona en la calle Arzobispo, en el jirón Junín. Todos los días visitaba a Orestes, un joven quien vendía globos en la puerta de la calle. Allí frente a la escalera pasaba muchas horas con ese amigo porque mi enamorada vivía al costado en el jirón Ica, frente a la tienda Santa Catalina. Muchos años despues ví a Calvo en la televisión en una entrevista en la que derrochó fino humor y fina ironía. Luego leí una genial columna suya en el diario La República: «Cuando Alan sea Presidente», claro que Alan ya estaba en el poder. Luego comprendí lo grande que era César. Por coincidencia estudié en el colegio Guadalupe con su hermano menor y muchas veces regresaba del colegio con Guillermo, el se quedaba en Carabaya y yo seguía hasta el jirón Junín y ahora estamos en el cincuentenario de la Promoción 1961. Leer a César Calvo es vivir.

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